martes, 27 de julio de 2010

Yo compré en Difficult

Como el ser humano es el único animal que tropieza dos veces con las misma piedra y me resulta imposible renegar de mi condición humana, ayer insistí en llevarme por delante una roca varias veces frecuentada. 
Ante la necesidad de mi esposa conseguir unas cajas muy singulares y unos cuadros para ilustrar su oficina, tuve la poco feliz idea de sugerirle un paseo por Easy
Los animales aprenden qué conductas evitar o por qué lugares no deben trasladarse para no padecer alguna sorpresa desagradable. Como humano irrenunciable y desmemoriado incurable, compré en un lugar donde las condiciones están dadas para arruinarle a uno -no sé si el día- pero sí el momento. 
Es que en Easy -cuya traducción literal del inglés es "fácil"- todo resulta very difficult. Encontrar un "asesor" (ya no hay vendedores) es una tarea digna de James Bond, ya que todos parecen muy ocupados en cualquier  cosa que los sustraiga de la atención del fastidioso cliente, quién no siempre tienen razón, pero si "es la razón". No se consigue ser atendido por el personal ni portando una recomendación de Benedicto XVI.
Si consiguió el o los productos necesarios, puede encontrarse con la desagradable situación de que el precio que figuraba en la góndola no correspondiera con el del artículo seleccionado. El código de barras es el "responsable" de la mala pasada, incurriendo en un animismo digno de los antiguos egipcios. De más está decir que un código mal puede tener responsabilidades y que ellas recaen más bien en los asesores suprascriptos, cuya actividad queda ahora mucho más clara.
Sin embargo, es en la caja donde acaba por evaporarse lo poco que quedaba de paciencia, llevándolo a uno al pico de presión y al borde del ACV. Porque en Easy, uno demora lo mismo para pagar un clavo que si lleva los materiales para construirse una galería de invierno perimetral a una vivienda de 500 metros cuadrados. 
A esas alturas uno piensa que discutir es inútil y opta por el onanismo intelectual. La "catarsis de la cola" debería elevarse a la categoría de institución en Argentina. O tal vez ya lo sea, si se entiende que una institución es un conjunto de conductas, normas y pautas de comportamiento. 
Envejecí en esa cola de tres personas, mientras hicieron un cambio de caja y atendieron a tres personas delante mío, una de las cuales llevaba solamente unas pilas. Yo portaba sólo dos cajas. En la cola de al lado, avanzando a la misma velocidad, alguien se llevaba dos ventanas y una puerta. 
Es anecdótico el hecho de que la tarjeta de débito no fuera aceptada por la caja y debiera ir a pagar aparte para que, a mi regreso, la cajera ya le estuviera cobrando a otro y me hiciera esperar una vez más, para algo tan sencillo como hacerme firmar mi propio cupón. 
Propongo cambiarle el nombre a Easy por el de Difficult, así el cliente no se quedaría con la sensación de despojo, el malhumor y el irrecuperable tiempo perdido. 
No llega a ser Mission Impossible pero, sinceramente, no parece imprudente armar un equipo de profesionales para ir de compras a un lugar en el cual la complicación es la regla de juego. 
Mientras tanto, intentaré encontrar algún lugar en el cual me asesoren sin tener la sensación de que molesto, pueda buscar productos cuyo precio sea el mismo que el informado en la góndola y la espera para pagar no se asemeje al éxodo judío. 

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